San Juan Huarte de San Juan

jueves, 10 de diciembre de 2009

El bruto y el ángel

A los factores fisiológicos y temperamentales que determinan el grado y diversidad de los ingenios, Huarte añade otros que hoy llamaríamos medioambientales o educacionales. Hay que anotar su pintoresca ocurrencia eugenésica de que para la futura calidad del talento del engendrado resultan decisivos el orden y concierto con que los padres se llegan al acto de la generación...

En general, entre las limitaciones del discurso de Huarte, hay que destacar dos que afectan a toda la filosofía moderna, incluyendo al idealismo de Kant. En primer lugar, la tendencia mecanicista que tiende a comprender los fenómenos vitales y anímicos en los reducidos términos de la física de fuerzas que rigen la causalidad de lo inerte, despreciando los principios teleonómicos, imprescindibles sin embargo en la explicación funcional de la evolución de la vida (ortogénesis), de manera que la libertad es segregada al ámbito de lo espiritual, lo inefable, lo religioso, la fe, lo místico, en lugar de explicar su enlace con el psiquismo de los animales superiores, como capacidad de autorregulación funcional de la conducta...

En segundo lugar, una clara tendencia subjetivista o individualista, incapaz de destacar la extraordinaria importancia de los otros, o del Otro, en la construcción de la inteligencia, cuya importantísima dimensión social sólo se reconoce en menudísima parte.

Sin duda, de estas limitaciones, la mecanicista y la individualista, ha padecido todo el saber occidental y sigue padeciendo. El subjetivismo y el mecanicismo no son en Huarte todavía más que tendencias que se insinúan, como ternísimos brotes, en mitad de un discurso que aún debe mucho a la visión espiritualista y encantadora, propia del medievo. Puede que el atractivo del Examen se deba precisamente a esta posición ambigua, entre el fideísmo tradicional y el racionalismo y el empirismo ingenuos, habiendo nacido como nació en una encrucijada histórica y dada la intención armonista de su autor y su genio excepcional.

Su naturalismo simplista no llega a ser nunca desagradable porque se equilibra con toques de un cierto y conmovedor lirismo. Acabaré con un ejemplo ilusionante. Al final de su Examen, Huarte se pregunta por qué los hombres sienten vergüenza de manifestar abiertamente el deseo sexual, y se le ocurre una respuesta de sentido metafísico: que el alma racional se contrista por verse metida en un cuerpo que tiene comunidad con los brutos animales (pg. 297). A ello se añade el sentimiento de culpa derivado del pecado original y del reconocimiento de que el sexo y la mortalidad y corruptibilidad del cuerpo están asociados íntimamente, pues somos seres sexuados precisamente porque somos efímeros y hemos de dejar a otros en nuestro lugar... Al primer hombre, después del pecado, "crecióle más la vergüenza viendo que los ángeles, con quien él frisaba, eran inmortales y que no habían menester comer ni beber ni dormir para conservar la vida, ni tenían instrumentos para engendrarse los unos a los otros, antes fueron criados todos juntos, de ninguna materia y sin miedo de corromperse... y así le pesa al ánima racional y se avergüenza que le traigan a la memoria las cosas que dieron al hombre por ser mortal y corruptible". En lo cual nota precisamente Huarte un indicio de ser el ánima racional inmortal. Después del juicio final, la gloria que Dios repartirá a los justos consistirá en devolver a su cuerpo las propiedades del ángel; a saber: sutilidad, agilidad, inmortalidad y resplandor.
Sacado de la red, autor: José Biedma